Los poetas Fernando Sabido Sánchez, Mariano Rivera Cross, Carlos Guerrero, Domingo Faílde y Dolors Alberola en Jerez de La Frontera (Cádiz), Primavera 2013

martes, 24 de enero de 2012

1101.- MARCOS JIMÉNEZ LEÓN


Marcos Jiménez León, poeta autodidacta, natural de los cerros de Úbeda, procede de los barrios marginales de la lírica, sin más equipaje que el insomnio, la ambición de llegar el primero a la meta del olvido y la misma convicción poética de Angelus Silesius.

Tiene publicados dos poemarios: El Coleccionista de Momentos (Editorial Ficciones 2005, Colección Escalera del Agua) y la Melancolía de los Relojes (Delegación de Cultura y Patrimonio Excmo. Ayuntamiento de Granada 2007, Colección Granada Literaria Poesía) comparte publicaciones con poetas invisibles, como él: Espirales Poéticas en la Vega de Granada, La Última Canana de Pancho Villa, Manjares para los Monstruos, Para qué el Tiempo y otros Poemas… , etc. Acude si le llaman a lecturas sin aparente transcendencia. Dispone de un pequeño espacio en una emisora de radio en Torreperogil, su pueblo natal. Es fundador del grupo ecologista El Chaparral, miembro de Greenpeace, fundador de la Asociación Cultural Amigos de la Moto de Época de Granada, etc. Después de un largo trayecto en el mundo de la telefonía, en la actualidad restaura casas antiguas y es jardinero.




OTOÑO FUGAZ


Me paré a pensar.
Mientras pensaba
me olvidé del tiempo.


El otoño estaba a punto de llegar.
Podría arrastrarme
como hoja desahuciada de su árbol.


Me paré a pensar.
Quedé paralizado,
como un muerto.


Sin saber
si era un destello la vida,
si tenía que despertar.


Salí corriendo.
Pisando los relojes
que funcionaban.


El tiempo se cubrió de silencio.
Ya no pude pensar en nada.
Había caído sobre mí el otoño.








OTOÑO ANÓNIMO


Ya es otoño.
Apareció un aire misterioso.
Frases desarticuladas.
Sonidos sin atuendo.


Se agitan los gigantes.
Se cobijan los sombreros.


Posos de visionarios cafés
tras el ramaje de lluvia cautiva.
Vuelan impermeables negros
sobre tejados sedientos.


Ya es otoño.
Resuena olvido de otros nombres.
Arrastra compases que perdemos.


Todo el año llevo lluvia en mi cartera,
fragmentos de retratos antiguos,
metamorfosis de niebla,
gusanos de madera.


Todo el año lleva el otoño
simulando ser primavera.






EL HOMBRE SIN CIELO


En un piso interior
vive un hombre sin escaleras.


Desconoce
los saludos forzados
bajo el hielo de los ascensores,
la desnudez del tiempo.


En el pasillo
cultiva azucenas.
Bravías enredaderas
arropan el lecho de caracolas.


Iluminan el techo
suspiros de violetas,
romances de sirenas,
piratas borrachos
rescatados de una botella.


Las zapatillas
cobijan una antigua guitarra,
regalo del Misisipi en su juventud de algodón.
Echa de menos
los colores de la tarde al alejarse,
los arroyuelos
de la lluvia en los cristales cuando llora.


Sueña viajar
sobre una estrella fugaz.


Ser relámpago, granizo,
raíz perezosa;
un bosque de plata
donde nunca se oculta el sol.








LA SANGRE DE LAS HOJAS


Caen las hojas
desairando al tiempo;
una tras otra.
Larvas de amapolas,
madres huérfanas,
los labios de las rosas.


Caen las hojas.
Una tras otra
desnudan los otoños,
olvidan el nombre de su árbol.
Todas se aclaman tierra,
jaspe blanco.


Somos bosques en llamas.
Náufragos de riadas.
Figuras de humo.
Interminables pasillos de hospitales.
Corredores huecos de mazmorras.
Saliva de una risa prestada.


Solo hojas.
Lluvia polvorienta.
Arcilla roja sin ser modelada.
Silencio eterno entre latido y latido.






BALADA INARMÓNICA


(soneto imperfecto)


Un árbol caído en tierra inhóspita soy,
un monolito que se resquebraja.
Acudieron los gusanos de albahaca,
la voz del viento espolvoreando esencias.


Dejó el invierno en mis blancos anillos
las pasiones de miradas extrañas,
calendarios con amigos tachados,
monólogos que caminan despacio.


El espíritu de la noble lluvia
y bandadas de gorriones de hierba
anidaron mi herida corteza.


Un cielo amarillo de limoneros
convirtió los terrones en avena;
de mi piel, nuevos campos renacieron.
















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